sábado, 25 de julio de 2015

PREGÓN

A continuación os dejo el pregón pronunciado por nuestro cura párroco D. Marcos Pérez Illera:


            Señor alcalde, señoras y señores concejales, autoridades, castrillenses y amigos todos, buenas tardes.
            En primer lugar, quiero agradecer al Ilustre Ayuntamiento de Castrillo de la Vega el privilegio de anunciar, como pregonero, el comienzo de las Fiestas en honor de Santiago Apóstol y Santa Ana.
            Aunque no creo ser merecedor de este enaltecimiento me enorgullece estar delante de este micrófono porque muestra la estima que tenéis hacia mi persona, mérito que debo, en buena medida, a mis predecesores por el buen hacer en el ejercicio de su ministerio sacerdotal en este querido pueblo.
Sentirme acogido. Este es el mayor sentimiento  que   aflora en mi corazón en este instante. Para cualquier persona, y también para un sacerdote, - porque somos también personas -, es vital sentirse acogido allí donde se encuentre: la familia, el trabajo, amistades…Pues bien, desde el primer momento que puse los pies en esta villa  ribereña no me ha abandonado la sensación de ser aceptado y apreciado,  lo cual ha sido mostrado y demostrado con infinidad de detalles que me han hecho la vida agradable y armoniosa entre vosotros. Esta vivencia, la acogida, es algo que quiero destacar en esta tarde, como una de las virtudes que define vuestra personalidad de castrillenses.
            No hace mucho tiempo leía estas palabras de un escritor dominicano: “Cuando acogemos a  la persona tal cual es, sin pretender cambiarla ni subordinarla, estamos acogiendo la vida. Cuando aceptamos a nuestros hermanos y hermanas, tal cuales son, estamos abriendo nuestros corazones al mejor de los amores posibles.”
Comparto plenamente estos pensamientos porque en el arte de acoger no solamente nos jugamos la posibilidad de un encuentro agradable sino que abrazamos toda la vida de quien está delante de nosotros. Y ésta es la experiencia que he tenido en estos dos breves, pero intensos años entre vosotros.
Me alegra y me llena de esperanza residir en un pueblo que está lleno de vida. Desgraciadamente esta afirmación no se puede hacer de la mayoría de nuestros pueblos de Burgos que están abocados a desaparecer porque, simplemente, no es posible vivir en ellos. Cuando me preguntan amigos o compañeros sobre la vitalidad de Castrillo suelo darles el dato de la población infantil y juvenil, y se asombran al saber que en la escuela de primaria que tenemos en el pueblo participan 50 niños, y que otros tantos adolescentes  se desplazan cada día en autobús al instituto. Esto es un signo de vida.  Me consta que estáis haciendo lo imposible para que Castrillo tenga cada vez más entidad y disponga y disfrute de los mejores servicios. Cuando llegué aquí destinado acababais de inaugurar el frontón. He visto cómo se hacía realidad el desvío de la A 11, con la consecuente descongestión del tráfico rodado en la carretera que atraviesa nuestra localidad. Esto son dos ejemplos de realidades que favorecen la vida del pueblo, fruto del tesón y del trabajo compartidos. Desde esta atalaya me sumo humildemente a todos vosotros para seguir apostando por un pueblo que crece unido, en el que todos nos sintamos reconocidos y corresponsables en su buen funcionamiento.
            Vamos a dar comienzo, en este pueblo milenario, las fiestas en honor a Santiago Apóstol. Buena elección la que hicisteis en tomar como patrón a tan excepcional santo. Como bien sabéis, es significativo no sólo por ser uno de los amigos íntimos de Jesús, sino porque se personó en la península ibérica llegando hasta lo que entonces era el fin del mundo, Finisterre, dejándonos el mensaje de una vida, la de su amigo Jesús de Nazaret, que tantos seguidores ha tenido en estos dos mil últimos años. Tan importante fue su paso por la península que figura como patrono de nuestra nación.
Seguramente que él también se sintió acogido en esta tierra de hispanos, y a su vez la gente aceptó la propuesta de ese mensaje de Jesús basado en la fraternidad y la solidaridad. Pues bien, que en estas fiestas que hoy empezamos  la fraternidad y solidaridad sean signo de nuestra convivencia,  y no sólo  durante estos días, sino durante todo el año.
Al hilo de esto recuerdo una anécdota que cuentan de  Diógenes, el filósofo griego. Dicen que un día estaba Diógenes plantado en la esquina de una calle riendo como un loco. ¿De qué te ríes?», preguntó un transeúnte. - «De lo necio que es el comportamiento humano», respondió. - « ¿Ves esa piedra que hay en medio de la calle? Desde que llegué aquí esta mañana diez personas han tropezado con ella y la han maldecido, pero ninguna de ellas se ha tomado la molestia de retirarla para que no tropezaran otros con ella.”
No caigamos en la necedad de la que nos avisa Diógenes, y pongamos de nuestra parte para retirar esas piedras del camino que pueden hacer caer al otro además de a nosotros. Al final nos estaremos beneficiando todos y será posible la construcción de esa fraternidad y solidaridad a la que me refería antes.
           Que a partir de esta tarde comience un tiempo que se grave en nuestras memorias por haber sido unos días mágicos en los que veamos resueltos todos nuestros anhelos, en los que seamos plenamente felices.  Para ello, podremos compartir algo de nuestro tiempo; también podremos contagiar nuestra alegría, brindar nuestro apoyo a los que no han podido dejar por unos días sus afanes, sus preocupaciones. Pero, sobre todo, esta semana tenemos que sentirnos más próximos, más dispuestos a ser solidarios, y tenemos que sentir el deseo de un pueblo que quiere vivir en paz, que quiera vivir mejor. Divertirse sanamente ya es empezar a vivir mejor; es hacernos bien a nosotros, es hacerle bien al pueblo.
No quiero olvidar  mi saludo afectuoso para todos aquellos castrillenses que por avatares del destino no se encuentran durante estos días entre nosotros y, naturalmente, un saludo también entrañable para todos aquellos que no habiendo nacido aquí se han incorporado de pleno derecho y como uno más a las costumbres y forma de vida de este pueblo.
            Y como la cabra tira al monte, si me permitís, voy a  terminar este pregón elevando al apóstol  unas palabras a modo de plegaria:
            Bendice a todos los castrillenses, apóstol querido. Sabemos que tu intercesión ante el Maestro, no caerá en el vacío, más bien será llevada en tu corazón y escuchada atentamente por quien fue tu mejor amigo. Apóstol protector, condúcenos hasta el Bien por los caminos de la solidaridad, sin permitir que nuestros tropiezos en el duro trasiego se conviertan en eternas paradas que frustren nuestros destinos.  Permítenos sentir, cada día,  tu aliento esperanzador y animoso, lo mismo que tú sentiste en las orillas del Ebro el de María.
Gracias Apóstol Santiago, por tu cercanía y protección, y por llevarnos hasta Dios con tu ejemplo y sabiduría.

            Viva Santiago apóstol.
            Viva Castrillo de la Vega.
            Felices fiestas a todos.