> TRIBUNA / JUAN JOSÉ GUTIERREZ ROGERO / ALCALDE DE CASTRILLO DE LA VEGA
- El cerebro de cada hombre es lo suficientemente complejo como para que se deba esperar de él una reacción conforme a la imaginada como la más lógica de antemano.
Misiva de un alcalde
La presente tiene como objetivo contactar con vosotros, uno a uno, a nivel personal, con el fin de haceros participes de mi propia inquietud y del sistema de ideas que me alientan a la hora de encarar con altura de miras nuestra difícil tarea de ser gestores desinteresados de la acción política a favor de nuestros convecinos.
Querámoslo o no, somos nosotros, el Gobierno Local, ese punto de referencia inmediata que nuestros conciudadanos tienen a mano para todo cuanto se cuece día a día en las altas esferas nacionales y locales; y como no se pueden desahogar su cierto desencanto con ellos, es en nosotros, en cuanto representantes legítimos por su voto y las siglas del partido u otros motivos en quienes se concentran los tiros a la hora de enjuiciar la práctica política que ellos pueden considerar desacertada sin más.
Se puede tirar a matar o solamente a dar, pero el que es consciente de que le puede tocar a él en persona encarar ese golpe, con frecuencia inesperado, necesita pertrecharse una y otra vez con una preparación psicológica suficientemente sólida de modo que, cual al yunque del herrero el mazo le dé consistencia mayor en lugar de irle esquirlando poco a poco hasta conseguir hacerlo añicos. No es difícil terminar quemándose paso a paso en la tarea de la gestión pública, hasta el punto de que la frustración o el resquemor desabrido impulsen al abandono total o a un vuelco en la actitud de altruismo con la que se persiguen en aquella los más altos ideales; y mucho, más si, como sucede en los Ayuntamientos pequeños, la compensación máxima que se podría esperar de un esfuerzo desinteresado e idealista debería no descartar la gratificación alentadora del reconocimiento generoso por parte del conciudadano corriente. Y esto es lo primero que hay que traer a la memoria consciente nada más levantarse cada día: que eso no tiene por qué ser necesariamente así. El cerebro de cada hombre es lo suficientemente complejo como para que se deba esperar de él una reacción conforme a la imaginada como la más lógica de antemano. Hay tensiones personales que pagan numerosos árbitros de cualquier partido. Con todo, si una sociedad no transmite ideales y proyectos de futuro bien trazados a diferentes grupos que la constituyen y a los hijos de su propio relevo, fracasa porque genera en todos ellos la sensación de desánimo inconsciente que desalienta en su origen cualquier tentativa que presuponga un cierto esfuerzo colectivo. Aquí tiene su fundamento nuestro propio quehacer.
La crítica con la que todo gestor público sabe que se va a encontrar su acción política (de la que no hay que excluir a los más allegados por parentesco o amistad) es necesaria e inevitable, y este es el segundo pilar con el que la psicología de todo dirigente democrático tiene que madurar y hacerse fuerte. Lo contrario sería derivar a posiciones que configuran la mentalidad y las opciones de todo dictador. Pero el que gestiona un cargo público tiene que ir aprendiendo a templar su ánimo cada día, al mismo tiempo que va adquiriendo la valiosa capacidad de reconocer al punto qué grado de objetividad y qué tipo de orientación llevan las intenciones de quienes realizan esas críticas. La crítica es el cuarto poder de toda sociedad civilizada. Si está bien fundamentada en los hechos y queda bien formulada en la expresión verbal respetuosa y rigurosa, tanto en lo que apunte a los fallos como a las posibles soluciones a tomar, contribuye, como pocas actividades de la mente recta, a que un grupo humano (POLÍTICO O CULTURAL) evolucione adecuadamente. Pero, si por el contrario surge de una voluntad deformada por la obsesión o el interés apresurado de lograr objetivos partidarios o ilícitos, entonces se erige a sí misma en un peligro que hay que aprender a atajar con gran inteligencia, prudencia y sutileza democráticas.
Los antiguos romanos, de los que nuestra zona ribereña tiene restos arqueológicos importantísimos como los de Clunia, por ejemplo, tenían la costumbre de poner en la entrada de sus casas un letrero que aconsejaba un cierto recelo práctico a todo visitante confiado. Decía: "TEN CUIDADO CON EL PERRO". Y este es justamente mi mensaje de hoy para todos y cada uno de vosotros también: "NO PIERDAS DE VISTA A TU ADVERSARIO", a esa persona, cualquiera que sea, que se encara contigo con cierta violencia y obstinación. Y no por que tú tengas que querer hacer caso omiso sin más de cuanto te propone (perdería sentido entonces tu opción por la actividad pública, dado que con ella te has puesto voluntariamente a su servicio también); se trata más bien de que te pares a considerar si él sí quiere y aspira a perjudicarte sistemáticamente a ti, sin reparar ni aceptar por sistema la opción ética que mantiene tu altura de miras. Y es que en eso consiste por fortuna el forjarse como un hombre cabal. Conseguir ser capaz de mantenerse con la mirada serena, cuando el río se desborda, para poder ver mejor, desde la altura del sosiego del alma, como y por donde se pueden devolver las aguas a su cauce a poder ser sin que el destrozo sea el mínimo necesario. Y a este fin acostumbrarse a traer presente en la memoria la resistencia y la entrega de Jesucristo aparentemente destrozado por nosotros en la cruz, pero vencedor con sus hechos e ideales más allá inclusive del tiempo ha de alentarnos en la adversidad de la incomprensión y ha de recargarnos con ilusiones y esperanzas renovadas y firmes.
Con el mejor de mis deseos, en vistas a animaros, EN PARTICULAR Y EN CONJUNTO, a que sigáis desempeñando con lealtad vuestra colaboración, como lo habéis hecho hasta la fecha, esta misiva os quiere aportar el agradecimiento y el apoyo de vuestro Alcalde Presidente